Estatismo en las sombras.
Entonces, el azul torrente sin sustancia
de los riscos y las distancias.
Leona de Dios,
¡cómo nos fundimos en uno,
pivote de rodillas y talones! El surco
se agrieta y avanza, hermano
del arco pardo del cuello
en el que no encuentro agarre.
Las bayas con ojos de negro
lanzando anzuelos
oscuros:
trago dulce y negra sangre,
sombras.
Algo más
me transporta por los aires:
muslos, cabello;
escamas de los talones.
Divina
Godiva, yo desollo
manos muertas, muertos rigores.
Y ahora yo
espumándome en el trigo, marinos destellos.
El grito del niño
se derrite en la pared
y yo
soy la flecha,
el rocío que vuela,
suicida, hecho uno con la energía,
hacia el ojo
escarlata, caldero del nuevo día.
Sylvia Plath (traducción de Paula Zumalacárregui Martínez)